Mi opinión sobre la percusión programada en el metal es concisa y muy negativa. Salvo honrosas excepciones e imperativos circunstanciales tras la secuenciación sólo hay dos tipos de proyectos musicales: El de un simple onanista que se niega a compartir sus payasadas con alguien a los parches y la típica banda de perros que prefiere hacer la música en su casa y eludir el directo.
Sin embargo, hay un tipo de banda que opera en este sentido y con razón. Por un lado, porque un batería humano en estas formaciones musicales se aburriría hasta la saciedad, dado que la sección rítmica pasa a un plano muy relativo y monótono. Por otro y raíz del primero, que la música pretende crear ambientes sobre otras consideraciones. Estamos ante el caso de Limbonic Art, del principio y estos Dark Space.
Como no podría ser de otra manera la principal influencia de Dark Space son los citados noruegos. Pero también hay toques muy curiosos, sobre todo en los dos primeros trabajos de la banda a unos primigenios Aborym. Influencia menos notoria en este tercer y último disco llamado, como no podría ser de otra manera “III”.
No existen diferencias profundas con respecto a sus dos discos previos, aunque han incrementado, considerablemente, los pasajes más melódicos – dentro de lo que esta banda considera melodía, que dista de lo que el común acepta como tal -. Las velocidades siguen siendo diabólicas con interludios y la ausencia de voces casi un slogan de la banda. Una sinfonía de ruido sideral e insoportables vórtices energéticos que se ensañan con tus neuronas y sumen en los más profundos abismos de sinrazón. Majestuosos teclados, como siempre, adornando esta marcha en rededor de un virtual horizonte de sucesos. Oscuridad y antihumanismo de pura cepa. Lejos de las ñoñadas modernas del Black y mucho más de las payasadas NS tan de moda en estos tiempos de carestía creativa. Dark Space representa la máxima expresión del Black Metal: la ausencia total de humanidad.